2 de diciembre de 2008

30 años de discordia

Queridos lectores:

El pasado sábado, 6 de Diciembre, España conmemoró el trigésimo aniversario de la Constitución. Se trata de una efeméride importantísima en la historia española - también europea- y a la vez se antoja como una fecha clave para hacer balance de la situación actual de nuestra joven democracia.

La Carta Magna nació del consenso de toda la Nación. Fue aprobada mayoritariamente por el Congreso de los Dipuatados el día 31 de Octubre de 1978 -con 325 votos a favor de un total de 345- y más tarde refrendada por los ciudadanos en referéndum el día 6 de Diciembre -con un 87% de apoyo popular-. El paso definitivo sería su sanción, llevada a cabo por el Rey Don Juan Carlos el día 27 de Diciembre de ese mismo año.

Hasta aquí un repaso histórico por lo que fueron unos días duros y tensos en un país temeroso y titubeante ante una situación que rompía con 40 años de dictadura. La gente-como demuestra la alta abstención, que fue del 33%- no estaba muy convencida del camino que pretendía tomar el país, bien por miedo o bien por desconocimiento de lo que representaba la ya inaugurada transición.

Pero... ¿cuál es -como decía al principio de este artículo- el balance después de los años pasados? ¿Tenemos, a día de hoy, una verdadera democracia? ¿Se respetan los valores democráticos? ¿La elección de la configuración del Parlamento respeta de veras el perfecto juego democrático?...

En primer lugar, es clave el hecho de que nuestra Constitución está inacabada, antigua en algunos puntos y es difícilmente reformable:

1) Inacabada por ejemplo por el hecho de que no presente una ley electoral democrática que respete a las minorías democráticas y no las margine, que no fomente el bipartidismo y que no de excesivo poder a los nacionalismos más rancios y autoritarios que para desgracia del conjunto imponen sus decisiones más locales y regionales al conjunto de la Nación.

2) Antigua en el caso por ejemplo de la discriminación en la sucesión de la Corona en la que los hombres tienen preferencia sobre las mujeres, en un país igualitario y no discriminatorio -como algunos pretenden mostrar-.

3) Difícilmente reformable ya que es necesario el acuerdo de la totalidad del Parlamento para hacerle modificaciones, lo cuál convierte en imposible dicho cometido.

Estas últimas líneas son una mínima parte de las lagunas que presenta nuestra Constitución. La necesidad de un absoluto consenso para su reforma, la convierten -como he dicho- en irreformable lo que le impide actualizarse y modernizarse para adaptarse a cada realidad temporal. Una Constitución -no cabe duda- tiene que ser creada para durar siglos -en su conjunto- pero tan solo décadas en los puntos más fácilmente desfasables -como puede ser el caso de la sucesión de la Corona-.

Celebremos pues su aniversario pero pensemos también en los lastres que la Constitución lleva consigo y en la necesidad de plantear un debate -qué mejor ocasión de hacerlo- para poner sobre la mesa las posibles reformas que deben aplicársele. No olvidemos, en cambio, la moderación reformista ya que de lo contrario no sería una reforma sino una sustitución constitucional que pondría en jaque nuestra joven, pero a la vez, inconsolidada democracia.

Hasta pronto.