10 de febrero de 2009

La muerte de Eluana Englaro aviva la polémica


Queridos lectores:

El pasado lunes moría a las 20 horas en un hospìtal italiano Eluana Englaro tras 17 años postrada en una cama en estado vegetativo.

El caso no ha dejado indiferente a nadie y la polémica no ha hecho más que comenzar. Los más conservadores aseguran que el hecho de retirarle la alimentación a una persona que no tiene voluntad propia, o al menos está incapacitada para expresarla, es un asesinato en toda regla.

Los más progresistas aseguran que es su familia la que tiene que decidir si la mantiene con vida o no, lo cuál, en ocasiones atenta contra la legalidad.

Hay que recordar que el término eutanasia está formada por las raíces griegas eu = bueno y thánatos = muerte. En este sentido vendría a decir que se trataría de darle a una persona una "buena muerte". Ahora bien la pregunta es la siguiente: ¿se puede decir que una muerte es buena? ¿podemos afirmar que morir es algo positivo? Está claro que nada más lejos de la realidad.

Se trata de un tema complicado de tratar y también muy delicado. Hemos asistido, y seguiremos asistiendo con más fuerza si cabe en las próximas semanas, a numerosos y acalorados debates que ponen de manifiesto las discrepancias entre los diferentes sectores representados en los mismos y que son un reflejo de la propia sociedad.

Dichos debates nos muestran, en muchas más ocasiones de las deseadas, argumentos demagógicos e intencionadamente expresados con el objetivo de causar impacto en la sociedad. Sería mucho más deseable que invitasen más a la reflexión que a la disputa y más al debate que al intento de imponer una determinada idea, supuestamente más favorable, sobre otra que, en la mayoría de las ocasiones, se coloca como extremista y radical.

La idea que socialmente se pretende imponer, especialmente desde la izquierda, es la de mostrar la eutanasia como algo que debería estar legalizado. Sería una temeridad puesto que, de estar legalizada, en muchos hospitales, se llevaría a cabo seguramente con más ligereza de la debida. Que se lo pregunten sino al doctor Montes.

La otra corriente es la radicalmente contraria a la eutanasia, tampoco acertada, según mi parecer. Nunca he tenido la desgracia-y toco madera- de tener que cuidar de un padre, una madre, un hermano... en estado vegetativo, pero me puedo imaginar, aunque muy de lejos obviamente, el esfuerzo que ello supone, el desgaste físico y moral que conlleva para los que rodean al enfermo y la desesperanza que lleva consigo el ver que día a día la luz de ese ser tan querido se va apagando poco a poco.

Por tanto soy partidario de que se apruebe una ley que, para los peores casos, para los terminales, estado confirmado según el dictamen oficial de un médico, y solo en el caso de que dicha situación vegetativa entrañe dolor y/o sufrimiento además de contar, lógicamente con el consentimiento de la familia, permita resolver esa situación de la forma menos dolorosa y de la manera más digna y humana posible.

Reconozco, y creo que es un error de la sociedad, que en ocasiones hablamos de más y que nos faltan ocasiones para ponernos a hablar sin conocimiento de las circunstancias personales, abusando muchas veces de la demagogia barata y sin escrúpulos. Y esto lo hacemos, como en el caso que nos ocupa, con situaciones muy serias y extremadamente delicadas y graves lo cuál nos deja más aún si cabe como almas carroñeras que demostramos ser, allá donde nos dan la oportunidad.

Eluana Englaro In Memoriam. Descanse en paz.

Hasta pronto

9 de febrero de 2009

Carta de un padre socialista a su hijo sobre la enseñanza de la religión

El socialista Jean Jaurés nació en 1859 en Castres, Francia. Fue diputado por el Partido Obrero Francés en 1889, manteniéndose como parlamentario hasta 1898. Posteriormente fue elegido también en las elecciones de 1902, 1906, 1910 y 1914. Murió en 1914.

En 1904 fundó el periódico L'Humanité. En 1905 consigue unir bajo su liderazgo a los socialistas franceses, formando la Sección Francesa de la Internacional Obrera. Fue precisamente el diario L'Humanité el que publicó esta carta dirigida a su hijo que reproducimos. Este texto fue citado por Pildain en la Cortes Constituyentes de la 11 República española (Diario de Sesiones, 1 de marzo de 1933. La carta fue entregada a los taquígrafos de las Cortes para que en las actas después de la intervención de Pildain), y ha llegado hasta nosotros a través de Carlos Garda Andoín, coordinador nacional de «Cristianos en el PSOE», a quien se la hizo llegar Michel Santamarina, antiguo militante de la HOAC de Sestao (Bilbao).


«Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te la enviaré jamás.
No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, no lo serían sin un estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo seria completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
Dejemos a un lado la política y las discusiones, y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos de los romanos, y ¿ qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte, ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía o de moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? -éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas.
¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está Íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino en la cortesía, en el simple "savoir vivre", hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de consuno los hechos y el sentido común. Muchos anticatólicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad, exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación».

ESTE ARTÍCULO HA SIDO EXTRAÍDO DE LA PÁGINA WEB: http://www.colegiolamilagrosadeastorga.com/