8 de julio de 2010

"Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar...

...y lo mejor de todo, despertar". Fue el poeta Antonio Machado quien acertó en su día al describir, con estas finas palabras, lo que se encierra detrás de cada sueño. Nos pasamos la vida soñando. Somos así de ingenuos. Vivimos de ilusiones -rima aparte-. Ilusiones que, en contadas ocasiones, se convierten en realidad. Sueños de los que despertamos. Sueños que nos transportan desde lo más profundo de nuestros sentimientos hasta la dulce realidad.

Ayer fue el día. Hemos de reconocerlo. Despertamos de un sueño y, como diría el clásico, eso es lo mejor que le puede pasar al soñador empedernido. Y es que así podríamos definirnos los que durante tantos años nos hemos pasado las Eurocopas y Mundiales sufriendo como jabatos delante del televisor, disfrutando -en ocasiones- de un gran fútbol pero, para nuestra desgracia, siempre acabábamos en casa de mala manera.

En Durban -escenario de la semifinal frente a Alemania- decidimos lanzar a nuestra particular hoguera de San Joan -y digo bien, San Joan- todos aquellos complejos que nos atormentaban y que nos oprimían cuando nos enfrentábamos a una "grande". El exceso de ansiedad por romper con la Historia que tan mal se había portado con nuestra selección nos impedía desempeñar papeles que nos permitieran estar a la altura en dichos enfrentamientos. Más bien ocurrió todo lo contrario. Y es que da la agradable sensación de que la tortilla se ha dado -para nuestro deleite- la vuelta. Ahora son los "grandes de siempre" los que salen amedrentados al campo cuando saben que enfrente les espera ese combinado de 11 hombres que dominan y gobiernan sobre al campo al rival como se de encantadores de serpiente se tratase.

A Alemania le pudieron los fantasmas del pasado.  El recuerdo de la Eurocopa pesó como una losa para gente como Lahm que seguramente todavía no haya remendado el descosido -al menos en su conciencia- que le preparó Torres en su día. Se asfixió con el humo que, la mencionada hoguera de San Joan en la que nos deshicimos de nuestros complejos, lanzó sobre el anochecido cielo de el país sudafricano. Hora de encendido de la hoguera: 20:30. Hora de la muerte germana por asfixia: 22:15. Ahí acabó todo para la única selcción que había demostrado algo en este Mundial y que se había permitido el lujo de pasar por encima de Inglaterra primero y Argentina después cuál rodillo de panadero sobre una delicada masa de hojaldre. 

Punto y aparte merece Vicente del Bosque. Para los que no creyeron... que la chupen. El salmantino ha sido la persona más injustamente atacada de este Mundial. Se le ha cuestionado por todo. Se le ha difamado por cada decisión. Ha sido una constante maniobra de acoso y derribo contra su persona. Pero el ahí. En su sitio. Firme. Prietas las filas. Como debía ser. Como debe ser. Como Dios manda. Es el ejemplo más claro de que se puede gobernar sin dar voces. Sin dar puñetazos encima de la mesa. Sin recurrir a frases grandilocuentes. A espectaculares titulares de prensa. Se puede ganar siendo correcto. Estando en segunda fila. Ejemplo de humildad frente a la sobrebia de otros. Emplea como nadie los silencios. Otros emplean como nadie las voces. Son estilos. El primero ha demostrado ser más admirado por más eficaz.

Y ahora a esperar. El trámite más complicado ya lo hemos pasado. Y con nota. Ahora que ya estamos todos subidos al carro -criticones y nostálgicos incluidos- empujemos todos en la misma dirección. Este país es así. En la victoria todos empujamos para subir la montaña. En la derrota todos empujamos para bajar todo lo rápido que podamos el despeñadero. Ahí nos gana Alemania por goleada y ayer lo volvieron a demostrar estando correctos de una manera exquisita en su derrota. En su amarga derrota.

Ahora solo nos queda vivir hasta el Domingo nuestra rutina diaria. Soñar con la histórica victoria ante Holanda. Y lo mejor de todo: que a eso de las 22:15 del Domingo despertemos del sueño que, como diría Antonio Machado, sería lo mejor de todo. 

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