11 de septiembre de 2009

"No habéis convencido a un hombre...

...por el hecho de haberlo reducido al silencio". Estas palabras fueron pronunciadas por Jonh Morley, escritor, político y periodista inglés que vivió a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX. La frase deja poco lugar a la equivocación. Reducir a una persona al silencio por medio de la tortura, la amenaza, la extorsión... no significa que ésta comulgue con piedras de molino. No quiere decir que dicha persona se arrodille ante su verdugo, al menos moralmente, y le de la razón a sus descerebrados actos o a sus macabras intenciones.

Se cumplen ocho años del atentado de las Torres Gemelas. 11-S. Con solo pronunciarlo un escalofrío recorre cada uno de los poros de mi piel. Una imagen se me viene a la cabeza mientras tanto: una enorme bola de fuego que devora los esqueletos de las torres hermanas. Un avión que, con su impacto, consigue tambalear los cimientos del sistema democrático americano, esto es, la estructura sobre la que se asientan el resto de democracias del contexto internacional. El atentado fue algo más que una "simple" vulneración de las libertades individuales de las personas que allí estaban o de la libertad de un país como Estados Unidos que, en conjunto, lo sufrió. Aquel ataque significó el pistoletazo de salida, nunca mejor dicho, para que las grandes potencias internacionales se tomasen en serio la amenaza que el terrorismo islamista, abanderado por países con los que se habían tenido ciertos coqueteos comerciales años atrás, representaba.
El mundo no ha vuelto a ser el mismo. Ni mucho menos. Ni visto desde lejos. Desde entonces las guerras en los países mas islamizados se han sucedido. Las poblaciones más abandonadas a la ignorancia se han entregado en cuerpo y alma (nunca algo estuvo mejor dicho, léase atentados kamikazes) a la yihad, su particular Guerra Santa. Lo dejan todo para emigrar al paraíso. Las familias de sus víctimas emigran de su vida cotidiana para caer en la deseperación, en el dolor más profundo, en la incomprensión de una situación que se les hace grande...
Mientras que exista la incultura y el analfabetismo moral en los hogares de esa gente que se entrega a la causa sin pararse a pensar en el acto tan ruin que va a cometer, estoy convencido de que seguirán cometiéndose tales actos cuya denominación no encuentro debido a lo limitado de la mente humana para denominar algo tan maligno como es el hecho de matar con "causa" justificada. No existe razón para matar a un semejante. No hay palabras que me convenzan de que tal acto es justificable o ínfimamente entendible.
Ocho años después, el mundo es más inseguro a pesar de que las medidas de seguridad se han incrementado hasta niveles de auténtica paranoia. Ocho años después no nos han convencido de que sus actos tienen justificación. Ocho años después ni tan siquiera los que perecieron han sido convencidos...

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