1 de abril de 2011

CAM y camisas de once varas

Dios salve al sector financiero español. La joya de nuestra corona o eso decían. La guinda del pastel. El ser o no ser. El todo o la nada. Así de duro.

Las prisas nunca fueron buenas consejeras pero vivimos en un continuo San Fermín en el que el toro no es de carne y hueso sino de músculo financiero. Nos hemos perpetuado en ese 7 de Julio eterno que no termina en el que el peligro que corremos no es el de una cornada sino más bien el de una intervención. Huele a cuerno quemado. Huele a ruinas. Ya se respira polvo de escombros.

Son las consecuencias de meterse en camisas de once varas. Hablamos de exposiciones y no precisamente pictóricas ni artísticas. Hablamos de exposiciones al ladrillo, a esa promoción inmobiliaria que más bien ha resultado ser una democión y que se ha acabado convirtiendo en la estocada final a un rosario de despropósitos consentidos.

Y ahora parece ser que aunque todos los caminos nos conducen a Roma queremos obviarlo. No queremos darnos cuenta o, al menos, pretenden que no nos demos por enterados de que una intervención es lo mismo que una nacionalización. Lo mismo me da que me da lo mismo. ¿Quién es, sino, el que paga la ronda?

Tenía gracia el nombre que pretendían darle a esa especie de tinglado multiregional en el que los desmanes de las administraciones asturiana, cántabra y extremeña se iban a ver disueltos en totum revolutum artificial que, tarde o temprano, acabaría estallando. Base. Banco Base querían llamarle. Si no tenía pies cómo iba a tener cabeza, me pregunto.

Ahora tan solo falta que hagan sus apuestas. Los pesos pesados de la cosa ya andan a la subasta. ¿Alguien da menos? En la búsqueda desesperada de salvavidas la caja mediterránea poco más puede pedir. En todo caso alguna plegaria.

No hay comentarios: