13 de junio de 2010

"Causa es de perder lo seguro...

... ir en busca de lo incierto". Estas clarificantes palabras fueron pronunciadas en su día por el comediógrafo latino Plauto y no cabe duda de que en su fondo encierran un mensaje de alto calado. Y es que cuando nos dirigimos hacia lo desconocido y cuando optamos por una opción B ante los dislates que se nos presentan,  lo único que tenemos seguro es la incertidumbre de sus resultados y, además, es muy probable que nos estemos equivocando y acabemos arrepintiéndonos de haber elegido ese camino.

Hoy se han celebrado elecciones generales en Bélgica. El periodo de inestabilidad que arrastra el país, al menos desde el año 2007 -con cinco dimisiones del todavía primer ministro Yves Leterme- ha conducido al adelanto electoral que ha traído, a su vez, un resultado que en nada ayuda a resolver el clima de crisis -económica, social e institucional- que vive el país. De hecho los grandes vencedores de las elecciones han sido, según los últimos resultados, los nacionalistas flamencos de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA).

Llegados a este punto es necesario especificar el problema que plantea este resultado en las urnas. Y es que este partido predica la paulatina división de lo que hasta ahora conocíamos como Bélgica -podrían surgir hasta tres Estados diferentes-. La maniobra consistiría en formalizar una confederación en la que se encontrarían Flandes -con mayor nivel de riqueza- por un lado y Walonia -mucho más pobre- por otro lado. A su vez mantendrían una relación temporal en asuntos con intereses comunes hasta lograr la absoluta independencia.

El dilema planteado no es, ni mucho menos, un asunto menor. Bélgica es el próximo país en presidir la Unión Europea tras el semestre -gris semestre- español. Si la Unión Europea lo que necesitaba era, a mi entender, una presidencia de turno con un manifiesto peso político e institucional todo parece indicar que el destino le vuelve a poner en un serio aprieto. No está el horno para bollos en lo que a nivel europeo se refiere y no cabe duda de que a medio plazo puede pasar una letal factura para el futuro de la Unión el hecho de que se deje en manos de los países más inestables tanto las negociaciones de asuntos tan vitales como espinosos -léase rescate a Grecia y potenciales venideros-.

Por otra parte, y en lo que a España se refiere, debemos "atarnos los machos". Analistas políticos belgas coinciden en afirmar que el N-VA -partido nacionalista de Flandes y el más votado en las elecciones belgas- es lo mismo a Bélgica que a España es el PNV lo que lleva, inevitablemente, a plantearnos más de una pregunta:
  • ¿Es comparable el nacionalismo belga con el español?
  • ¿Podremos vernos en España en la misma tesitura con este tipo de partidos a no mucho tardar?
  • ¿Cabe la posibilidad de que, en un hipotético avance de los nacionalismos en España, se llegue al extremo de plantear la conformación de una confederación como preludio a la formación de un "Estado de Estados"?
Todo parece indicar que las respuestas se quedan, de momento, en el tintero. No obstante, en el ejercicio de su soberanía, el pueblo de Bélgica ha podido cometer un grave error. Si bien es cierto que, a la vista de la atascada situciaón política del país, es necesario acometer medidas de hondo calado, también lo es que la vía que han elegido para hacerlas puede acabar siendo catastrófica - y no solo para Bélgica sino también para la UE-. Es por ello que puede que, a no mucho tardar, la aseveración de Plauto caiga como una losa entre los belgas: acudieron a las urnas en busca de lo incierto -léase nacionalismo separatista- y perdieron lo seguro -léase Estado belga-. Que Dios les pille confesados.

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