8 de junio de 2010

"Ni la contradicción es indicio de falsedad...

... ni la falta de contradicción es indicio de verdad". Así lo creía el científico francés Blaise Pascal y la propia frase parece llevarnos a la contradicción. En este sentido alguien puede estar diciendo la verdad a la vez que incurre en continuas contradicciones y, en cambio, a través de un discurso perfectamente hilado y, a priori, racional se puede estar afirmando una gran mentira.

Hoy hemos asistido a la primera gran huelga contra la política desnortada del Gobierno socialista. Y, sorprendentemente, ha sido convocada por quienes le han sostenido políticamente en los últimos tiempos en los que el aguante de la masa social, empobrecida cada vez más, ha sido encomiable.

¿Rotundo éxito o sonado fracaso?. Esta podría haber sido hoy una de las apuestas que se podrían haber hecho en cualquier casa de apuestas online tan extendidas en los últimos tiempos. Puestos a ofertar apuestas de todo tipo y condición, no hubiese extrañado a nadie. Los sindicatos cifran la participación en un descarado ejercicio de exageración alrededor de un 75% mientras que el Gobierno, potencial víctima de las protestas, hablaba en las sucesivas comparecencias de un ridículo 12%. Permitanme discrepar de ambos e inclinarme por una opción "ni pa tí, ni pa mí" inclinándome, más bien, al fracaso de las movilizaciones.

Respecto a esto último hay que añadir la mejorable intervención de Consuelo Rumí, secretaria de Estado de la Función Pública, que, a cada pregunta de los periodistas, contestaba con frases esquivas con el objetivo de evitar respuestas comprometidas. Sinceramente, se espera algo más de una persona que ostenta un puesto tan relevante en la estructura del Estado.

Pero pregunténse lo siguiente: ¿están los sindicatos legitimados para llamar a la huelga tras eludir su responsabilidad de defender a los casi cinco millones de parados dando largas día sí, día también? No lo creo. Lo mismo que tampoco creo, es más, me parece un despropósito, que se hable de los funcionarios como "la parte más débil de la sociedad" cuando en este país hay millones de personas que no tienen un puesto de trabajo, dependen del subsidio para sobrevivir por falta de oportunidades de empleo y ven como, cada día que pasa, el agujero económico se hace más y más grande.

Añaden los funcionarios que si el Estado quiebra, serán los primeros en dejar de cobrar sus nóminas a lo que, inevitablemente, habrá que reponder lo que sigue: cuando ellos no cobren sus nóminas, el resto de los trabajadores de este país las pasará canutas para llevarse un mendrugo de pan a la boca.

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