29 de junio de 2010

"Para juzgar cosas grandes y nobles es necesario...

... poseer un alma otro tanto grande y noble". Fue el pensador político francés Montesquieu quien realizó esta contundente declaración. Antes de juzgar hay que juzgarse a uno mismo. Antes de ver la paja en el ojo ajeno detengámonos a mirar la gran viga que tenemos enfrente de nuestras narices. En definitiva, si no poseemos una moral justa, desde luego que no vamos a juzgar los hechos ajenos de una manera ecuánime. Y mucho menos lo haremos si de sentenciar un hecho grande y noble se trata.

En las últimas horas y tras demorarse más de cuatro años el Tribunal Constitucional ha emitido un fallo sobre los recursos de inconstitucionalidad presentados por el Partido Popular, el Defensor del Pueblo -el socialista Enrique Múgica-, y las Comunidades Autónomas de Aragón, La Rioja, Comunidad Valenciana, Murcia y Baleares. Después de semejante periplo judicial hay varias cosas que han quedado claras:
  • El desprestigio del Tribunal Constitucional (TC) ha resultado ser gravísimo llevando a este órgano del Estado -básico e insustituible- a unas cotas de burlas políticas y desprecios institucionales que dificilmente encajarían en cualquier democracia que goce de buena salud.
  • El sinuoso camino seguido por el TC a lo largo de estos cuatro años ha servido para confirmar un extremo: en España, desde que el socialista Felipe González inmiscuyera a los órganos políticos en el nombramiento de los miembros del TC, no ha existido una necesaria, incontestable y obligatoria separación de poderes en el Estado español -si entendemos como tal un Estado democrático-. Ya lo dijo en su día Alfonso Guerra: Montesquieu ha muerto. Su tumba en España hace tiempo que está cubierta por telarañas. 
  • Siguiendo la línea del punto anterior hay que apuntar que la renovación de los miembros del TC está resultando ser una burla a los pilares fundamentales del Estado. En estos momentos hay cuatro miembros que exceden con holgura su periodo legal de permanencia en el TC y hay una vacante de un fallecido -aunque a este paso, Dios no lo quiera, habrá más bajas por este motivo a tenor de la edad de los miembros y de la lentitud del proceso de renovación-. Ello demuestra que la imperdonable politización del Poder Judicial ha provocado que la ineficacia y lentitud del mismo haya ganado con creces a la aplicación justa, rauda y eficaz del Derecho español.  
  • La presidenta del TC, Maria Emilia Casas, lleva mucho tiempo colocada en tela juicio. Las dudas sobre su idoneidad en el cargo vienen -designaciones políticas a parte- desde aquel día que nos enteramos que había aconsejado a una abogada que indujo el asesinato de su marido qué pasos tenía que seguir para, una vez solicitada la petición de amparo al propio TC, "me vuelve a llamar". O, por otro lado, su manifiesta falta de competencia para dirigir al TC puesta de manifiesto en la inexplicable y vergonzosa tardanza en emitir la sentencia final. Sin olvidar sus continuos y vergonzosos sometimientos al poder político que colocó sus asentaderas en la poltrona más respetable -y a la vez menos respetada- del Poder Judicial español.
  •  Los temibles y preocupantes argumentos de lo más selecto del catalanismo cavernícola han venido produciéndose con más frecuencia de lo deseable en los últimos años. Sus frases de ayer -"solo hay un camino, el de la independencia- nos recuerdan a aquellos que un buen día en, otros territorios, decidieron que sus argumentos los defenderían con las armas.
Y en esas estamos. Con un Estado debilitado fruto de un presidente del Gobierno que provocó en más de una ocasión que la euforia independentista invadiese cada rincón de Cataluña. Con un Poder Judicial sometido y arrodillado ante el Poder Político que, incapaz de alcanzar acuerdos que doten de una independencia tan necesaria como el oxígeno a los órganos rectores de la justicia de este país, ha terminado por debilitar hasta extremos insostenibles las estructuras de un Estado que, desde la Transición, nunca encontró su camino correcto. Siempre se encontró con piedras con las que tropezaba cuando intentaba esquivarlas en vez de pararse a retirarlas para no encontrárselas en el camino de vuelta. Este país es así.

Luego el principal problema del Poder Judicial español en este polémico caso -y en otros muchos- radica en la inexistencia de la división de poderes. No hay democracia, digna de recibir este nombre, que ignore, pise o maltrate el principio básico de todo sistema democrático: la mencionada división de poderes. En España ha sucedido así hasta ahora, está sucediendo y, si no cambian los erróneos pensamientos de algunos de los miembros que completan los poderes del Estado, seguirá sucediendo en un futuro con el riesgo que ello conlleva para el mantenimiento de la estabilidad del propio Estado.

En ese cambio de mentalidad, paso previo a la aceptación de la democracia como sistema político y social en el que todo -absolutamente todo- está sometido al peso de la justicia, radicará la creencia en dicho sistema y en sus inseparables libertades. Ahora bien, en el ejercicio de sus competencias, el Poder Judicial deberá entender a la perfección la norma que nos dejó escrita el gran Montesquieu: para juzgar cosas grandes y nobles es necesario poseer un alma otro tanto grande y noble. Todo parece indicar que algunos que en este país se dedican a tutelar el dictado de sentencias tan trascendentales desde el sillón que les han encomendado a dedo, han ignorado las enseñanzas del ilustre pensador francés.     

1 comentario:

raybencillo dijo...

Creo que estamos de acuerdo en que el poder judicial debe ser renovado.
el principal problema que reside en el fondo es la excesiva politizacion de este órgano judicial, que aunque nunaca podra ser independiente- puesto que cada individuo tiene sus creencias- deberia estar alejado de la carrera política y mas cerca de la veradera capacidad d elos jueces.
Ahora, lo que no logro comperender es porque se sigue negando el derecho de los peublso a decidir sobre su futuro. ¿No peude Cataluña decidir si quiere pertenecer o no a España? ¿Por que tanto miedo? miremos hacia delante y dejemos los fantasmas del pasado

Un saludo