24 de enero de 2011

Entre el oportunismo y 2012

Cuando las cosas van bien salen amigos por doquier. Y no lo digo yo –aunque lo comparta-. Que lo ha dicho, ni más ni menos, Mariano Rajoy en la especie de bacanal colectiva que este fin de semana pasado ha congregado en Sevilla a los gerifaltes populares.

No sé yo a que se refería el presidente de la formación que aspira a gobernar lo que aparentemente es ingobernable –caiga quien caiga- con semejante sentencia. No lo sé, pero si mantengo una teoría que, cuanto menos, no resulta ser un sinsentido.

Corren tiempos eufóricos por el número trece de la calle Génova al calor de los sondeos que, como si de un boletín informativo se tratara, suenan –día sí, día también- insistentemente en cada diario, revista, panfleto o publicación de este país. Y claro, se genera tal ambiente que provoca que, en ocasiones, sea difícil mantener la cabeza fría para mirar a un entorno social que se desangra por los cuatro costados en todos sus ámbitos.

En ese contagioso ambiente podría decirse que son varios los prototipos de personas con las que te puedes cruzar: los hay que se deshacen en muestras de confianza públicas más o menos interesadas hacia el líder –hey, estoy aquí- los hay que no se prodigan tanto en público pero sí bastante en privado –siempre contigo Míster, por ti parto el pecho si hiciese falta-… Y es que ya lo saben: si en la vida la experiencia es un grado, en la política la confianza es un cargo. Si ya lo decía Mariano: cuando las cosas van bien…

Mientras tanto siempre hay alguien que, haciendo un favor a la sensatez, le baja los pies a la tierra al resto de exaltados camaradas. En este caso ha sido el admirable Antonio Basagoiti quien ha sido conciso pero muy claro: señores, todavía estamos en la oposición. Todavía no hemos ganado nada. Y no le falta razón.

Luego no debería, el bueno de Mariano, olvidar pequeños detalles del pasado. No debería olvidar, por ejemplo, el Congreso de Valencia que le catapultó a la pole position del GP 2012 en el que algunos –pesos muy pesados, ligeros y pluma- decidieron encumbrarle –escasamente convencidos- con palabras punzantes y gestos anuladores.

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