27 de enero de 2011

La revolución social acecha

Túnez, Egipto, Argelia, Yemen… Escenarios todos ellos del hartazgo de las situaciones, del cansancio ante la pasividad generalizada, del atontonamiento colectivo que adormece conciencias a la par que acalla las voces. Bienvenidos al mundo actual. Recoged vuestro billete hacia la modernidad.

La ilusión de la juventud por mover estériles montañas de desidia y edificar sobre ellas futuros de esperanza siempre han llevado a revoluciones que han labrado la historia a base de los nombres de héroes anónimos. Porque un tren estropeado nunca se movió de la estación en que realizó su última parada. Porque una juventud carente de ilusiones y expectativas nunca levantó un país. Y mira que hace falta.

Los ejemplos citados de países que nos suenan tan lejanos puede que en breve los suframos en nuestras propias carnes. Ya lo dijeron en el Foro de Davos: a Europa le espera otro Mayo del 68. Un huracán de revueltas estudiantiles parece que acecha a la vuelta de cada esquina.

Y razones no faltan para que se desencadenen los acontecimientos. Mientras tanto, la clase política española parece ajena a todo lo que le rodea. Discuten reformas del sistema de pensiones sin querer ver que, quienes serán los encargados de mantenerlo en pie, serán los jóvenes a los que ignoran. Esos mismos jóvenes que engordan cada día las colas del INEM. Esos jóvenes que ven en la emigración a otros lares su única posibilidad de futuro.

Conclusión: lo que gana el Estado español al incrementar la edad de jubilación y los años de cotización necesarios para percibir una pensión lo pierde, duplicado, con la fuga de tantos y tantos jóvenes que, a esta hora, ya hacen las maletas para huir de este presente que les abruma hacia un futuro que, siendo sensatos, tampoco les garantiza nada porque el país de las maravillas solo existía en la imaginación de unos niños.

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