18 de enero de 2011

Túnez: dictadura o islamismo

En las últimas semanas todos nos hemos hecho eco en los medios de comunicación de las penurias que padece la población tunecina como consecuencia de las revueltas sociales que sufre el país.

Podría parecernos más de lo mismo, otro conflicto callejero más al que tan acostumbrados nos tienen –desgraciadamente- los países más proclives al fundamentalismo religioso. Pero no es así. Podemos estar ante algo diferente. Y lo que es peor, ante algo mucho más peligroso.

Y es que, a decir verdad, son muchas las dudas que se presentan al mundo ante la actual situación. Créanme, no seré yo quien defienda el autoritarismo que Ben Alí impuso hace ya más de 23 años ni el que libere de culpas a su mujer por expoliar las reservas de oro tunecinas en su incierto rumbo hacia el exilio ni quien sitúe a sus expropiadoras familias en una situación de lástima global. No, qué va.

No obstante me permitiréis lanzar una pregunta al aire: ¿Y ahora qué? ¿Hay vida para Túnez después de Ben Alí? Me gustaría ser políticamemnte correcto y decir aquello de que hay que apostar por vías democráticas e instituciones que den la palabra al pueblo y bla, bla, bla… Palabras. Nada más.

Me niego. Ojalá Túnez vislumbre la luz al final de un túnel kilométrico en el que lleva décadas metido. Ahora bien, ojalá no sea el integrismo islámico el que lidere el cambio. Su democracia ya la conocemos: fanatismo, terrorismo, recorte de libertades, anulación social de la mujer… Yo no querría esa democracia para mi país.

Y es que en ese caso cabría decir aquello del más vale malo conocido que bueno por conocer. Por mal que suene. Porque no debemos olvidar que todos los países occidentales –todos- encumbraron a Ben Alí cuando se trataba de que el integrismo islámico no se expandiese por el norte de África. Y tampoco debemos olvidar que a la occidentalización de Túnez en todos los aspectos –económico también- nadie hizo ascos.

Ahora sobran salvapatrias de la democracia y faltan líderes que den a Túnez el futuro que su maltratada población merece.

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