31 de enero de 2011

Globalización para tontos

Solo Apple sabe cuántos días de vida tendrá la batería de tu nuevo iPhone: entre 240 y 365. Ni uno más. Solo Phillips conoce las horas que te alumbrará la bombilla que has comprado para la lámpara de tu salón: 1022. Ni una más. Estos son tan solo dos ejemplos de lo que se conoce como obsolescencia programada, la tecnología más puntera puesta al servicio del negocio del siglo XXI.. 

Oficialmente es definida como “el deseo del consumidor de poseer algo un poco más nuevo, un poco antes de lo necesario” según el padre del concepto, el americano Brooke Stevens. Ante semejante definición solo cabe plantearse una pregunta: ¿para qué llamar deseo a algo que, en realidad, podríamos calificar como una estafa, más o menos velada, por parte de las grandes multinacionales?

No sé si con este post espabilaré conciencias o conseguiré que prestéis una mayor atención a todo aquello que nos rodea. En cualquier caso, me gustaría que así fuese. Porque, en más ocasiones de las debidas, hay múltiples factores que pretenden evadirnos de la realidad. Pretenden convertirnos en auténticos ignorantes a base de marketing artificial y palabrería vacua haciendo uso de anuncios publicitarios que apelan a la tan maltratada sentimentalidad.

En la globalización estamos y con estos bueyes aramos que diría el otro. Y es que el tema que he decidido tratar en el artículo de hoy es, cuanto menos, ideal para sentir un pequeño calentamiento cerebral que todos hemos convenido en denominar, simple y llanamente, cabreo.

Porque la sensación no puede ser otra cuando, después de ver el magnífico documental de RTVE que ilustra este tema, pensamos en la de veces que nuestros abuelos nos decían aquello de “antes una lavadora era para toda la vida". Eran otros tiempos en los que la agudeza en el mundo de los negocios se basaba en otro tipo de habilidades -posiblemente más sanas-. También eran tiempos en los que, a pesar del analfabetismo generalizado, las difíciles condiciones de la vida despertaban los sentidos hasta límites insospechados.

Y es que ahí radica, precisamente, el éxito -en nuestros días- de la obsolescencia programada: el hecho de que a nosotros –todos doctos y listísimos- nos toman por tontos. Y es que no se nos puede denominar de otra manera cuando, visto el documental, acatamos dicha realidad impuesta por las multinacionales y la asumimos como uno de los costes del billete que nos lleva hacia la globalización.

No hay comentarios: