13 de enero de 2011

Silencio! que estamos en democracia

La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.

Al menos respetando ese orden añadiría yo a la anterior frase del escritor americano Charles Bukowski. Y es que nos estamos acostumbrando mal. O mejor dicho, nos estamos dejando acostumbrar de una manera equivocada. A cada orden, una bajada de pantalones. A cada decisión fruto del “ordeno y mando” de algún Dios menor convertido al caudillismo, mediante la utilización de la democracia, todos nos ponemos en fila india asumiendo aquello del “no rechistar”.

Todo lo anterior elevado a todos los niveles, en todos los ámbitos.

Quizás, en las fechas que corren, todos pensamos en las estructuras políticas que serán las protagonistas de aquí a Mayo. Estructuras que, por otra parte, no cumplen, en la mayoría de los casos, con unos mínimos de higiene democrática en sus procesos de selección interna. Haciendo un paralelismo con las empresas cabría decir que, o bien carecen de un departamento de Recursos Humanos, o bien éste tiene un serio problema de falta de democratización selectiva, de “desacierto” a la hora de elegir a los mejores.

Mención aparte merece el tratamiento –por denominarlo de una forma suave- de aquellas personas anónimas que sustentan dichas estructuras –social y económicamente- y observan, incrédulos, su papel de actores secundarios de una trama en la que el director adquiere todo el protagonismo anulando al resto… En una sencilla frase: él pincha y corta.

Para terminar, una reflexión: pregúntate si quienes utilizan la democracia para alcanzar a su vez el control de instituciones democráticas a través de procesos democráticos han sido designados, en las estructuras a las que pertenecen, por métodos también democráticos.

Como diría el clásico: silencio! que estamos en democracia.

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