4 de febrero de 2011

Goteras mentales

No solo el intelecto de nuestros políticos tiene goteras. No. También las obras que tan pomposamente inauguran en multitudinarias presentaciones que sirven, a su vez, para colgarse medallas financiadas con el sudor del currante.

Resultaría gracioso –si no fuese por la sangría que supone para las arcas públicas- que la última ampliación del aeropuerto de León haya tardado 3 meses –si, habéis leído bien: 3 meses- en desmoronarse a base de goteras, grietas, problemas de fontanería… lo que viene siendo aquello de hacer aguas por todas partes pero esta vez en sentido literal.

¿Os parece poco? Pues, señores y señoras, esto no es todo. Hoy nos hemos enterado de que nuestro querido aeropuerto se ha quedado sin cafetería-kiosko en el que pasar las horas que transcurren –que a tenor de que tiene 3 vuelos diarios son unas cuantas- entre despegue y despegue.

Por tanto el resultado parece evidente: tras 112 días –casualmente el número de las emergencias- y 22 millones de euros –casi nada, vamos- el aeropuerto de León ha desembocado en lo que una gran parte de la población pensó en un principio: un agujero sin fondo y una infraestructura innecesaria.

Llegados a este punto mi pregunta es muy clara: ¿no sería mejor desarrollar una infraestructura mayor, centralizada, que dote a Castilla y León de un aeropuerto como Dios manda? ¿no sería mejor que dejásemos a un lado sentimientos provincianos y egoístas que no conducen a nada y nos pusiéramos a plantear posibles localizaciones más coherentes y, sobre todo, más eficaces y eficientes?

Aunque puestos a soltar preguntas al aire quizás habría que preguntarse si no sería mejor que nuestros políticos, antes de dedicarse a presupuestar cantidades millonarias para goteras, acudiesen a algún especialista a sanear las propias.

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