11 de febrero de 2011

Muerto el perro... ¿se acabó la rabia?

Hosni Mubarak se ha rendido ante las demandas de su pueblo. Se ha acabado arrodillando ante la evidencia de las protestas ciudadanas, ante la fuerza imparable de los que rompieron con fuerza las cadenas del miedo y aprovecharon el impulso para golpear al régimen donde más le podía doler: su imagen ante el mundo.

Los pueblos siempre han demostrado a lo largo de la historia que, por más que se empeñen en quitarles el poder, este solo tiene un poseedor: el propio pueblo. Porque ya lo decían los déspotas ´el poder para el pueblo´ y añadían aquello de ´pero sin el pueblo´. Con lo que no contaban eran con un aserto incontestable: ´la unión hace la fuerza´.

El resultado parece evidente: ante los pueblos sometidos solo queda esperar una revolución. Ante los siervos encadenados solo resiste el tiempo. Nada más. No habrá cadenas capaces de atar las ansias de libertad de los sometidos y menos en un mundo como el actual en el que la globalización ha permitido a esas gentes descubrir que hay vida más allá de la opresión.

¿Y después qué? Ante la euforia y las esperanzas del pueblo no tardaremos en encontrar a gorrones que, en nombre de la democracia, intentarán montar su propio chiringuito al ´estilo Mubarak´. No faltarán –y no han faltado- aquellos que vivieron en la despreocupación y la comodidad del exilio y ahora se presenten como los ´salvadores de la patria´. No me vale.

Y tampoco faltarán los líderes políticos mundiales que, cuando Mubarak dirigía a su antojo los designios de los egipcios, le consideraban un emblema de la estabilidad en la zona y, ahora, se sumen en tromba a hacer leña del árbol caído y a poner a caer de un burro al defenestrado Hosni.

Ahora solo queda esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Por si acaso, sería conveniente que el resto de países de la zona que mantienen regímenes similares no olviden lo que decía la canción de Nach ´aquellos que puedan oírme, les digo que no desesperen. Nuestra desgracia es consecuencia de la pasajera avaricia y la amargura de los hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los gobernantes morirán, y el poder que quitaron al pueblo volverá, al pueblo. Soldados no dejéis que el futuro os esclavice, luchad, luchad por la libertad´

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