21 de febrero de 2011

Yo no trabajo, soy millonario

De mala leche aunque no sorprendido me han dejado este fin de semana las declaraciones que he leído en EL MUNDO sobre la trama de los ERE que se ha gestado durante tanto tiempo en los aledaños del poder andaluz.

Siempre hemos creído –al menos los más incrédulos y desconfiados- que los sindicatos de este país han estado a menudo en la zona oscura de todo aquello que tenga que ver con negociaciones de convenios y acuerdos a favor de los proletarios a los que tanto se vanaglorian de defender.

El problema es que poco a poco se va demostrando que los únicos obreros a los que defienden son sus primos y amiguetes y que la única figura a la que rinden pleitesía es a la del interés propio.

En sus raíces el sindicalismo era vocacional y ciertamente combativo en la defensa de los derechos de los trabajadores. De aquella lucha derivaron los derechos que tenemos actualmente porque, a decir verdad, el espíritu sindicalista se evaporó con gran rapidez.

En la actualidad son muchos los obreros que se niegan a afiliarse a unos sindicatos que lo único que hacen es pactar con empresarios y patrones condiciones favorables para los suyos cuando no se dedican a ejecutar atropellos del calado de los cometidos en Andalucía.

Y es que el hecho de que unas organizaciones sindicales que representan –en España- a menos del 12% de los trabajadores impongan, a todos los colectivos y sectores, sus condiciones no es, ni mucho menos, democrático ni social.

No es digno de llamarse humano lo que un ugetista ha perpetrado –supuestamente- por tierras andaluzas. El hecho de llevarse comisiones por incluir a familiares y conocidos en ERE´s de empresas para las que nunca habían trabajado no puede, por menos, que producirle a uno un sentimiento de violento rechazo hacia esta privilegiada estirpe de vividores.

No deja de resultar inmoral que, en el actual contexto de paro desbocado, quienes se vanaglorian de alcanzar acuerdos en defensa de los trabajadores se lucren de ellos y les tomen el pelo con actuaciones delictivas como estas y, encima, reciban subvenciones del erario público.

Ahora entiendo a los que conocían al presunto cabecilla de la trama, Juan Lanzas, cuando decían de él que ´vivía de puta madre´ gracias a que a los suyos ´no les faltaban dedos para robar´. Por si fuera poco se vanagloriaba con frases del tipo ´yo no trabajo, soy millonario´.



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