7 de marzo de 2011

Apple, la manzana podrida

La historia de las grandes compañías capitalistas se tiñe, una y otra vez, de dramatismo criminal y de desidia social. Los capitales se obtienen a base de exprimidores de obreros que, en el mejor de los casos, donan un sudor obligado y, en el peor, su desdichada vida que fue valorada en un papel en unas pocas monedas y bastantes más horas de sacrificio.
De poco vale subir salarios a empleados dos tercios de lo que cobraban ayer si, aun con esas, sus más de 100 horas de trabajo semanales reciben una compensación tres veces menor de lo que valen sus iPhones y sus Ipads. Maldita globalización sangrante y malditos nosotros…
¿Disfrutamos de nuestro iPhone si nos paramos a pensar que las manos que lo han creado, pieza a pieza, han sido las mismas que han servido para abrir una ventana y lanzarse al vacío de la justicia eterna acosado por el ´hasta aquí llegó mi camino en este mundo, ya no puedo más´?
Algo falla en nuestra especie cuando en la lista de prioridades terrenales ponemos primero la productividad y el dinero contante y sonante y detrás todo lo demás –incluidas vidas, infancias, derechos humanos…-
No me valen las indemnizaciones ridículas cuando hablamos de vidas humanas que para el resto de sus días arrastrarán la lacra de la explotación en sus propias carnes. No me valen.
No me valen las burdas utilizaciones de culturas milenarias con el pretexto de ahuyentar la mala suerte que, dicen los salvajes directivos, es la culpable del alto índice de suicidios en las fábricas donde dicen se fabrica modernidad a la par que se destruyen dignidades. No me vale.
La posteridad no nos perdonará nunca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tienes razón en parte pero si aplicáramos lo que has expuesto a todos los ámbitos de la vida deberíamos seguir viviendo en cavernas ya que todos los avances del progreso se han dado machacando y abusando de otros seres humanos.