24 de marzo de 2011

Portugal, Europa tuvo la culpa

La desidia se convirtió en tragedia. La pasividad de todos en la bonanza nos impidió ver más allá de nuestras narices lo que se estaba cociendo en la cocina lusa. Otra piedra en el camino de esta Europa que pretende llegar a cum laude sin antes hacer los deberes. Así nos va.

Si el pelo no nos luce todo lo que desearíamos será por algo. Que se lo digan a los portugueses. Mientras todos en Europa nos creíamos los amos del mundo a base de ladrillazos, créditos rápidos y consumos por encima de nuestros ahorros. El más tonto hacía relojes. Portugal no encontraba la manera de subirse a ese carro.

Sus crecimientos económicos le dejaban sensación de fallo. Le situaron frente al espejo de la mediocridad en un entorno en el que el más pobre disponía de dos coches, casa de recreo y chalet en la Moraleja. Algunos, incluso, disponían de posibilidades para pagarlos. Los mortales, no.

Europa mientras tanto miraba para otro lado. Prefería dormir a pierna suelta, que nadie tuviese la osadía de despertarle. Qué fácil permanecer en la cima, impasible el ademán. En la caída no se piensa. Si llega, la torta es de espanto. Mientras tanto a vivir que son dos días…

Los últimos serán los primeros y así ha sido. Se les olvidó apostillar que, en Europa, los últimos son aquellos cuyas calidsades de deuda se asemejan a un vertedero y que, en consecuencia, deberán ser rescatado del mismo los primeros. Por ese orden. España, ¡manden firmes! Ar!

Ahora nos toca mirar de reojo a nuestros vecinos. A todo cerdo le llega su San Martín y, en todo caso, justo es reconocer que cerdo y marrano son sinónimos y que nuestra economía carece de la higiene necesaria como para andarse con tonterías, pijerías o botes de colonia. Cuanto antes pasemos a la ducha, mejor.

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