10 de marzo de 2011

Nada es lo que parece

Corren tiempos en que nada es lo que parece o, más bien nada se parece a lo que es. Vivimos embaucados en el laberinto de las frases que invitan a la reflexión en las que hay que parar a pensar si un bobo solemne ejerce de presidente de todos o un patriota de hojalata ejerce la oposición a nadie.

Me pregunto por qué tienen que restregarnos por la jeta la lista de los 1.000 más ricos si lo que en verdad nos debería preocupar es la lista de los 1.000 millones más pobres. Y también me pregunto qué pintan 100 constructores en el ranking de los acaudalados en plena crisis del ladrillo. Si es que nada es lo que parece.

Y es que ya ni siquiera los partidos políticos se parecen siquiera a lo que son. La última moda es solicitar curriculum vitae para ser concejal o ser miembro de una red social para tener la posibilidad de serlo. La seriedad y el rigor se han perdido incluso entre quienes tienen la nada despreciable responsabilidad de dar órdenes tanto para arreglar calles como para incluirte en EREs falsos.

Y a todo esto se nos va la Reencarnación de la Compasión más conocido en los círculos rayanos del espíritu como Dalai Lama. Será un indicativo de que nos quedamos sin compasión o será un indicativo de que los aires de eso que llaman democracia han llegado al Tíbet convertidos en orejas de lobo. ¿Será lo que parece de una vez?

Y mientras tanto, mientras la noria de los acontecimientos no para de girar sobre el eje de la sorpresa continua, nos topamos de nuevo con basura en las instituciones públicas. Basura en sus puertas y basura en sus entrañas.

Mientras los de la paz verde han llenado de porquería la puerta del Ministerio de Medio Ambiente, de apellido Rural y Marino, para protestar contra una ley que, dicen, quema el futuro, muchos viven ya incinerados en su propio presente de deudas, paro y desesperación a modo de coctel explosivo.

Los más listos, en cambio, llevaron la porquería a las entrañas de lo público, eso que dicen que no es de nadie, y regalaron pensionazas, indemnizaciones y pagas a troche y moche en un claro acto de solidaridad para con sus bolsillos y para con sus cercanos estómagos agradecidos.

Me dicen que vivimos en una democracia. Si es que nada es lo que parece…

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