11 de marzo de 2011

El 11M y las dos Españas

Es hora de homenajes, de himnos fúnebres que hacen resquebrajar al alma de escalofrío, es hora de recordar a quienes todo lo perdieron en un tren cuando se dirigían a ganarlo todo, el pan de cada día.

No sé si duele más recordar o el mismo recuerdo. No sé si duelen más las certezas sobre el atentado o las incertidumbres que todavía pesan como una losa sobre una verdad que se nos escapa a cada portada bañada en investigación por cuenta propia.

Dudé, dudo y seguiré dudando. Quizás sea por la cantidad de contradicciones o por la cantidad de declaraciones que en vez de alumbrar caminos a golpe de verdad lo único que consiguen es apagar luceros a golpe de confusión. Más confusión. Más todavía.

La imagen del homenaje me retrotrae al pasado. Me lleva a esas dos Españas que ni siquiera sé qué coño pintan en un recuerdo que, a base de revanchismo y rivalidad asociativa, están convirtiendo en un ´¿alguien da más?´

Como poco me produce perplejidad contemplar homenajes que confluyen en un mismo espíritu de memoria pero que, en cambio, dan una imagen de patetismo imperdonable al común de los mortales. Sindicalistas, actores y Manjón por un lado. Políticos y arquitectos por otro. De nuevo las dos Españas.

Triste es llegar a conclusiones cuando estas golpean contra la realidad de una manera tan violenta. De qué sirven monumentos y homenajes de artificio si lo que necesitamos reparar es la moral de una sociedad atemorizada por más de un lustro de recuerdos espinosos. De qué sirven.

Da pena pensar que mientras los terroristas se unen y alían contra nosotros, las víctimas, nosotros nos dedicamos a crear asociaciones y más asociaciones que lo único que hacen es dividir y enfrentar.

Y es que si decidieran presentarse a las elecciones habría donde elegir. La derecha tiene sus asociaciones de víctimas. La izquierda también. Y digo yo: los muertos, los mutilados, los que de por vida tendrán en sus recuerdos las secuelas de la barbarie… difícilmente tendrán ganas de participar en semejante pugna política. Ya no pueden o ya no les quedan ganas para ello.

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