29 de marzo de 2011

Se acabó la fiesta (continuará)

Se bajó la chapa del chiringuito. Parece como si nuestros políticos hubiesen dicho aquello del ´apaga y vámonos´. Se acabó la fiesta de la inauguración, se clausuraron sus pomposos actos y se recogieron los cambalaches. La ley habló.

Y es que llegó la hora de la verdad. ¡Que no son molinos Sancho, que son gigantes! Llegó la hora de enfrentarse a la realidad amarga tras la dulce realidad de las inauguraciones que ya empalagaba. A las arcas de más de un municipio hasta le van a salir caries de tanto exceso.

Hemos llegado incluso a inaugurar aeropuertos sin aviones, conservatorios sin ni siquiera la presencia de la solitaria primera piedra. ¡No hay más ciego que el que no quiere ver! Pero es que yo no veo los aviones en Castellón por ninguna parte. ¡Santa Lucía me libre de la ceguera!

Pensé, ingenuo de mí, que las cintas de obra se agotaron con tanto Plan E pero me equivoqué. Los inventarios todavía aguardaban colchones de seguridad para hacer frente al encintado de tanta inauguración estrella. ¡Dime de qué presumes y te diré de qué careces! Presumen de proyectos y carecen de ellos.

Lo de confundir churras con merinas es tan cierto como que algunos confunden número de inauguraciones con número de votos. Lo llevé a las matemáticas y me di de bruces con la fórmula de la estupidez: si más inauguraciones son más votos el resultado es evidente. Ignorancia elevada al cuadrado.

Se bajó el telón y aprovecharon hasta el último minuto para bajarlo. ¡Hasta ese simple gesto lo convirtieron en inauguración! A este paso, en las próximas citas con las urnas veremos a más de uno inaugurando oficinas de desempleo. Y a más de uno aplaudiendo el corte de cinta. Es España, ¡estúpidos!

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